La Temeraria by Isabel San Sebastián

La Temeraria by Isabel San Sebastián

autor:Isabel San Sebastián [San Sebastián, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-04-25T00:00:00+00:00


22

Secretos de familia

Año 1113 de Nuestro Señor

Reino de León

Aprovechando nuestro regreso a la capital, decidí seguir el consejo de mi madre e ir a visitar a esos parientes cuya existencia desconocía. Me picaba la curiosidad y además veía conveniente contar con alguien de confianza por si volvía a encontrarme en una situación tan comprometida como la sufrida tras la expulsión de la reina de Astorga. No me resultó difícil dar con su paradero, ya que mi tío resultó ser un miembro destacado de la comunidad.

Carlos Húguez, hijo de mi tía abuela Mencía y de un próspero comerciante franco procedente de la Borgoña, había heredado de su padre un puesto vitalicio en el Concejo de León, así como una lujosa vivienda situada no muy lejos del palacio, asomada a la calzada que seguían los peregrinos en su camino a Santiago. Allí me presenté una tarde sin previo aviso, ataviada con mis mejores galas. Me abrió la puerta un criado enseñado a recibir con exquisita educación, quien me hizo pasar a un salón de la planta alta tras comprobar, de un vistazo, que mi aspecto se correspondía con quien yo decía ser: una familiar cercana a los señores de la casa.

—Aguardad aquí, os lo ruego. Avisaré a la señora.

Al cabo de unos instantes apareció en la estancia una mujer elegante, esbelta, de cabello color ceniza y ojos de un azul casi turquesa, cuyas facciones hermosas apenas parecían ajadas por los años. Sonreía mostrando una dentadura asombrosamente bien conservada. Me gustó a primera vista.

—¿A quién tengo el gusto de saludar?

—Me llamo Muniadona Diéguez. —Su cálida amabilidad lo hacía todo más fácil—. Soy hija de Diego de Lobera y nieta de Jimena, quien al parecer era hermana de vuestra suegra, Mencía.

—¡Qué grata sorpresa! —replicó ella en un tono que avalaba la sinceridad de sus palabras—. Yo soy Bricia, tu tía, esposa de Carlos. Ni siquiera estábamos al tanto de tener una sobrina.

—En realidad somos tres. Mi hermano mayor, Lope, mi hermana Leonor y yo misma. Ellos dos y nuestra madre, Juana, viven en Toledo. Nuestro padre falleció siendo yo muy niña defendiendo el castillo de Mora.

Me disponía a explicar el porqué de mi presencia en León, apelando al servicio de la condesa Eylo Ansúrez, cuando la conversación fue interrumpida por una potente voz procedente de la escalera.

—¡Bricia, amor mío!, ¿dónde estás?

Tras ella vino el corpachón del que había salido el efusivo saludo. Se trataba de un hombre grande, orondo, lampiño o muy bien rasurado, de cabello ralo y escaso, repartido alrededor de la cabeza a semejanza de los tonsurados, mejillas salpicadas de hilillos rojos, labios gruesos y ojos de ratón. Vestía una túnica de excelente paño de color oscuro y calzaba escarpines nuevos. Le colgaba del cuello una gruesa cadena de oro rematada por un medallón.

Hechas las presentaciones, nos sentamos en sendos escaños mullidos de ricos cojines. El anfitrión mandó servir vino.

—Resulta que Muniadona es la nieta de nuestra querida Jimena —rompió el hielo la dama, lanzando a su marido una mirada penetrante que en ese momento no supe interpretar—.



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